Dueño de una obra única, igual de activa que siempre, más vigente que nunca. Es de esas personas a las que una presentación les queda corta. De esas figuras nacionales que con tan solo verlo se sabe quién es, con tan sólo escucharlo empieza a moverse el cuerpo y dibujarse una sonrisa. Jiménez, como le dicen en su tierra natal, La Mona como se hizo conocer a lo largo y ancho del país ó simplemente un “Muchacho de Barrio”, en sus propias palabras. Juan Carlos Jiménez Rufino comenzó de muy chico a relacionarse con el arte. Nieto de abuela catamarqueña, hijo de padre tucumano y madre salteña. Las distintas influencias de nuestra Argentina empezarían a sembrarse en él para, en un futuro cercano, dar sus frutos. Folklore, Tango y ,más adelante en el tiempo Rock, se respiraban en su hogar. Siempre se cantaba y se bailaba, en partes iguales, dando cuenta el artista integral que se aproximaba. Tal es así que a sus 10 años formó parte de un ballet folklórico llegando a ser segundo bailarín de malambo.
El tiempo no tardó en evidenciar las múltiples capacidades que tenía Carlitos. A sus apenas 15 años debutó como cantante en “Berna y su Conjunto Juvenil” con la canción “Diez Monedas”. Este primer paso en el profesionalismo terminó años más tarde, entre las diferencias que había con la formación. Entre otras cosas, no lo dejaban bailar y fiel a su estilo terminó ese vínculo con la banda. Es así que llega al mítico “Cuarteto de Oro”, formación en la que estuvo por doce años. En su afán por seguir creciendo es que finalmente llega el esperado debut como solista en 1984. Un Jiménez más maduro no sólo comenzaba a escribir una nueva página para la historia del cuarteto, sino que iba a reescribirla para siempre.
Con más de cincuenta y cinco años cantando cuarteto tiene casi cien discos en su obra. Más de 1200 canciones, 29 discos de oro, 8 discos de platino, 2 discos doble platino, y más de veintisiete años tocando en vivo de martes a domingo, alrededor de 10.000 shows en vivo. Eso es Jiménez, un artista incansable e inmenso por su trabajo y dedicación, pero también por su vínculo con la gente. En palabras del reconocido percusionista afroperuano Bam Bam Miranda (Q.E.P.D) “No tiene público, tiene cómplices”. Esa complicidad con la gente fue construyéndose a través de los gestos de Jiménez, que han sido innumerables con el paso de los años, desde lo material hasta lo intangible. Reconocidos son los sorteos en sus cumpleaños donde regalaba a sus seguidores motos, autos, departamentos, dinero en efectivo, una casa y hasta taxis. Sí, pensando en generar una fuente de trabajo.
Un artista comprometido con su público
Pero también están esos gestos que llenan el corazón por el reconocimiento, y es que La Mona llegó a inventar su propio lenguaje de señas para saludar a cada persona que se acerca a acompañarlo. Con tan solo ver la seña que le hacen desde el público Jiménez repite el gesto y nombra a cada barrio, ciudad o provincia.
Ese compromiso es lo que genera un vínculo único, un ida y vuelta sincero entre artista y público, porque son iguales, Jímenez forma parte del pueblo, de esas mayorías marginadas, explotadas, discriminadas. Es un artista negro que sabe de donde viene, que se debe a su gente y es consecuente con la importancia de expresar con orgullo esa identidad.
En palabras de su hijo Carli Jiménez “Si bien la tarantela y el paso doble son los orígenes del cuarteto, en lo musical, en la manera de interpretarlo de vivirlo y de bailarlo no está el colonialismo europeo(…) A la vista salta, el color de la piel, el rulo de los pelos, las narices anchas. Miralo a mi viejo. En la manera de bailarlo, como se mueven las piernas, el cuerpo, es más una danza africana que bailar una tarantela o un paso doble”
Si hacemos un breve repaso por algunas canciones podemos ver cómo lo dejó de manifiesto en múltiples ocasiones: “Ay, Diosito yo te pido / No te vayas a olvidar / De mi raza, raza negra / No te vayas a olvidar / Fuego en la sangre / fuerza en el alma, hambre de libertad / murmullo de un canto negro / que le brota de la piel” (Raza Negra, 1994). O más adelante en el tiempo con canciones como El negro no es un cabrón: “El negro fue un esclavo, en el siglo que se va / el negro fue un esclavo, en el milenio que se va / y ahora se siente libre, muy libre de verdad y canta con alegría, por tanta felicidad” (Bien Ahí!, 1999). Estas letras son algunas de las tantas donde Jiménez se posiciona frente a diferentes temáticas que oprimen a las mayorías, como por ejemplo en Por portación de rostro (Trilogía 2° acto de 2006), Gatillo Fácil “de un lado tiran y luego piden documentos” (Vuelvo a vivir…Vuelvo a cantar!, 2008).
Un fenómeno que trasciende generaciones y sigue sumando capítulos a su historia. Como por ejemplo el Festival Bum Bum, organizado por primera vez en 2022 donde se tienden puentes y reúne artistas consagrados y emergentes de diferentes géneros musicales cada año. En su tercera edición, realizada en Jesús María, tuvo lugar el primer registro oficial de tatuajes jimeneros, y es que la gente lo lleva en la piel además de llevarte en el corazón. Feliz cumpleaños Jímenez, por muchos más. De “corazón a corazón”.
Fuente: Suplemento Negro, Página 12